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Saint Paul
Sunday, May 12, 2024

Encontrando la verdadera esperanza en la generosidad de Dios

Father Charles Lachowitzer

Busqué en Google, Bing y Yahoo la palabra “Acción de Gracias” y como era de esperarse, quedé abrumado con una biblioteca cibernética de historias, relatos, declaraciones oficiales y desfiles.  Observé con una oración de agradecimiento a Dios que en la historia de Acción de Gracias, las proclamaciones oficiales que conducen al establecer esta fiesta nacional, coincidió con algunas de las mayores dificultades de nuestro país: el Presidente Lincoln durante la Guerra Civil; el Presidente Roosevelt durante la Gran Depresión; el Congreso de EEUU durante la Segunda Guerra Mundial.

Nosotros sabemos que debemos  encontrar las bendiciones de Dios en y a través de todos los desafíos que enfrentamos, en especial en este capítulo de la arquidiócesis. Creemos que Dios en verdad nos ha dado los mayores dones, como la fe, la esperanza y el amor.  Sin embargo, cuando hay vidas sentidas por la gravedad de este mundo, no es tan fácil vivir en nuestros corazones la efusión de la gracia, las bendiciones de Dios y saber que nos ama en Jesucristo.

Con el reciente terror y tragedia vivida en Francia, así como en muchos otros países, la sombra del Viernes Santo ocupa un lugar preponderante en nuestro mundo. Para añadir a la aparente penumbra, la nieve y el frío del invierno ha llegado y también lo han hecho la época de festividades, ya bastante difamadas.

Una forma de distinguir las estaciones  moradas de la penitencia y de reforma (Adviento y Cuaresma), es ver la Cuaresma como una entrada  a nuestra propia oscuridad y enfocarnos en nuestros pecados, los que son un obstáculo para nuestra relación personal con Jesucristo y así poder vivir la alegría de la Pascua.  Adviento, por otro lado, puede ser visto como darle paso  a la oscuridad del mundo para luego ver la Luz, una Luz que es mayor que cualquier poder humano.  Adviento es un tiempo para prepararnos una vez más a ser un recipiente que recibe la luz de Cristo y nacer de nuevo.

La virtud de la esperanza no es un deseo de dedos cruzados en una estrella de Belén para que las cosas sucedan como queremos que sucedan.  La virtud de la esperanza no se define por nuestros miedos, deseos, comodidad e incluso por nuestros nobles sueños.

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La virtud de la esperanza es el reconocimiento de que a través de los dones de la fe y el amor que Dios nos ha dado, podemos cumplir con todas nuestras necesidades.

Dios lo ha hecho en todas las épocas pasadas, lo está haciendo hoy y lo hará cada día en el futuro.  Nosotros mismos somos mensajeros de la esperanza en un mundo que busca desesperadamente una luz a través de la oscuridad y una paz que no puede ser sacudida.

Ya se trate de la gratitud en medio de los mayores desafíos de la vida o encontrar nuestro enfoque espiritual en medio de la mayor época de compras del año, estamos llamados como discípulos de Jesucristo a valorar los dones que ya hemos recibido a través de la vida sacramental de la Iglesia.

Se nos invita a dar testimonio gozoso del Evangelio de Jesucristo, ofreciendo en acción de gracias  los primeros frutos de nuestras vidas a través del compartir de nuestros mejores dones.

En todas las listas de tareas pendientes de este tiempo muy ocupado del año, el Adviento es un tiempo para hacer una pausa; y en nuestra oración poder descubrir que a pesar de que cuando nosotros hacemos las festividades, Dios hace la Navidad.

 


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