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Saint Paul
Thursday, March 28, 2024

El Año Santo, un tiempo para volver a comprometerse con la misión de misericordia de Cristo

Archbishop Bernard Hebda

Realmente yo no estaba muy emocionado por la perspectiva de pasar el Día de San Patricio en el año del 2013 en Roma. Pero el Consejo Ejecutivo de Caritas Internationalis estaba reunido en ese momento y me sentí obligado a asistir. Mi madre, que es irlandesa, siempre se aseguró de que celebráramos apropiadamente al Patrono de Irlanda, y seguramente ella no hubiera aprobado la carne en conserva y pasta.

Como quiso la Providencia, sin embargo, el Papa Francisco fue elegido esa misma semana y su primera aparición pública fue, como lo han adivinado, el día de San Patricio. Me sentí muy afortunado de estar en Roma y apretujado en la Plaza de San Pedro con 100 mil de mis amigos más cercanos para escuchar el mensaje que el nuevo Santo Padre tendría para la Iglesia y el mundo. Ese día habló informalmente acerca de un libro que había estado leyendo en los días previos al Cónclave y señaló que se trataba de la misericordia. También compartió un mensaje acerca de la misericordia de Dios que una vez había recibido de una abuela sabia en Buenos Aires. Y él pronunció una expresión que nunca olvidaré: “Tenemos un Dios que no se cansa de ofrecer misericordia — que nosotros nos cansamos de pedir, pero nuestro Dios no se cansa de ofrecer misericordia.” Usted no tiene que ser Sigmund Freud para saber que la tierna misericordia de Dios estaba en gran medida en la mente de este Pastor que había venido a Roma soñando con la jubilación, pero se encontró elegido para ser el Sucesor de San Pedro.

Este tema lo hemos escuchado de él en repetidas ocasiones durante los últimos 1000 días y lo hemos visto vivo en las innumerables fotos que han documentado su pontificado. ¿Quién podrá olvidar la foto del Papa Francisco confesando sus pecados en el servicio de la reconciliación en el Vaticano? ¿O en las imágenes repetidas de él acercándose con la misericordia de Dios a los enfermos, los marginados, los refugiados y las personas sin hogar?

Aunque todo el mundo fue sorprendido el pasado  marzo cuando el Santo Padre pidió un año santo extraordinario, el Año de la Misericordia, la retrospectiva nos dice que ninguno de nosotros debería haber estado ni un poco sorprendidos. La Misericordia ha estado en el centro de su mensaje desde los primeros días de su pontificado.

Así como me sentí bendecido de estar en la Plaza de San Pedro en el Día de San Patricio en el año 2013, me siento bendecido de estar caminando con los fieles de la Arquidiócesis de Saint Paul y Minneapolis a principios de este año de la Misericordia. Fue un gran honor para mí poder abrir la Puerta Santa en la Catedral de Saint Paul y de impartir la bendición apostólica del Papa Francisco a los fieles de la Arquidiócesis que se habían reunido para la celebración. Estoy ansioso por ver cómo este extraordinario momento de gracia será vivido en esta Iglesia local en los días y meses venideros, sabiendo que el Señor nos está llamando a conocer la misericordia de Dios y ser instrumentos de la misericordia de Dios en el contexto concreto de los retos y oportunidades únicas que enfrenta esta Iglesia local.

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En muchos sentidos, el paso a través de las Puertas Santas simboliza nuestro deseo de pasar de la vida de pecado a la nueva vida de la gracia. Se manifiesta nuestra voluntad de tomar los pasos necesarios para conocer la misericordia de Dios y para irradiarla en nuestros encuentros con los demás. Mientras es seguro que estamos llamados a hacer esto como individuos, me parece que para esta Iglesia local, va a ser importante comenzar esta jornada también. Al pasar a través de las Puertas Santas (¡y espero que ustedes hagan la peregrinación a la Basílica y a la Catedral para hacer precisamente eso tan a menudo como les sea posible!), vamos a orar para que este año de gracia pueda ser un momento en que todos juntos lleguemos a reconocer las posibilidades puestas delante de nosotros en los próximos meses a medida que intencionalmente volvamos a centrar nuestras vidas en Cristo, Misericordia Encarnada, y con alegría volvamos a comprometernos con su misión de misericordia.

Me da un gran consuelo la oración del Papa Francisco de que “podamos sentir que nosotros mismos somos parte de este misterio de amor, de ternura” y rezo para que ustedes también sientan lo mismo.

 


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