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Saint Paul
Friday, March 29, 2024

Después de 27 años, el sacerdocio continúa excediendo expectativas

Father Charles Lachowitzer

Hace veintisiete años — el dos de junio, recibí mi ordenación para el sacerdocio de Jesucristo en la Catedral de Saint Paul, nunca antes había sentido tanta dicha. Les ofrezco mi apoyo y mis oraciones a todos los sacerdotes que celebran su aniversario en el sacerdocio este mes, así como a todos los que van a ser ordenados para nuestra arquidiócesis este 27 de mayo.

Lo que no sabía cuando fui ordenado fue que mi vida en adelante como sacerdote de parroquia iría más allá de lo que yo podría haber imaginado. Aun ese primer fin de semana de mi primer puesto de trabajo fue solo un destello de que serían los próximos 23 años de la vida de parroquia. Todavía como sacerdote recién ordenado, no sabía la profundidad de la dicha en el sacerdocio y que ésta dicha persistiría aun en los momentos de tristeza más profunda en el pueblo de Dios.

Todavía me asombra que me pagan por rezar y por decir “que Dios te bendiga” aún cuando nadie ni siquiera estornuda. Durante el primer año de sacerdocio, yo estaba sorprendido que la presencia milagrosa de Jesucristo estaba diariamente en mi rutina del privilegio de proclamar el Evangelio, en la administración de los sacramentos, en el servicio a la comunidad de fe y en el trabajo por la justicia y la paz para construir el reino de Dios en esta tierra.

Todos los privilegios que he tenido se quedan cortos en comparación con los regalos en mi vida por los parroquianos increíbles, amigos de toda la vida y muchos de los peregrinos en camino al reino de los cielos que todavía está por venir. Soy bendecido grandemente por todas las oraciones y el apoyo y también estoy agradecido por todos los líderes laicos que me han hecho lucir como un líder eficaz más de lo que en realidad yo era.

Como sacerdote he crecido mucho por medio de las parroquias en las que he tenido el privilegio de servir. Aun a lo largo de mis dos pastoreados de unos 20 años, la parroquia me preparó más a mi que yo a la parroquia. Si, era un buen pastor. No, yo no era el alfarero. No, yo no sabía cuando fui ordenado — y mucho menos cuando era seminarista — que como sacerdote, yo sería el barro, la arcilla.

Por los últimos tres años y medio, he servido como vicario general y como moderador de la curia para la Arquidiócesis de Saint Paul y Minneapolis. He mirado el sacerdocio y la vida en parroquia bajo la mira del microscopio, estudiando y respondiendo a las laminillas de vidrio manchadas con la patología de la enfermedad en el sacerdocio, el virus de la discordia en las parroquias y las células muertas de la insolvencia fiscal.

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Con tantos amigos preguntándome ¿Cómo estas? mientras ellos silenciosamente rezan para que les de una respuesta corta; yo a menudo digo simplemente “estoy bien porque estamos haciendo lo correcto.” Todavía creo que soy testigo de un capítulo excepcional de reforma, renovación y transformación. Seguro, aun hay mucho trabajo por hacer como iglesia en la sanación y reconciliación. Ha sido un camino cuesta arriba en el aprendizaje para mi. La concientización es un proceso doloroso que necesariamente antecede a cualquier trabajo en el camino de la sanación.

Sin embargo, cada vez aparto mi vista del microscopio, al pestañear varias veces para ajustarme a la luz y al ver a mi alrededor la vida vivida en la fe, me da gran aliento, esperanza y dicha. Hay tanto que es bueno sucediendo en muchas de las parroquias, en las escuelas, la agencias de enlace y en las fundaciones individuales y de la comunidad.

Pero no debiera de ser una sorpresa para los fieles discípulos que cada día en la cancillería, centro pastoral para la arquidiócesis, que la gracia de Dios se ha hecho manifiesta en los esfuerzos del personal talentoso y dedicado. Somos muy afortunados, e inspirados por el liderazgo del Obispo Andrew Cozzens y del Arzobispo Bernard Hebda. Cada día, en el movimiento del Espíritu Santo, es un bálsamo de sanación que es puesto suavemente sobre las heridas del Cuerpo de Cristo.

La gracia del bello sacramento de las órdenes sagradas todavía me mueve al conocer la dicha en el sacerdocio, lo que no podría haber imaginado cuando fui ordenado. Aun hoy tampoco me debiera sorprender, pues tengo la paz en mi corazón que verdaderamente sobrepasa todo entendimiento.

 


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