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Saint Paul
Friday, March 29, 2024

Cuidado de hospicio Católico un medio para vivir plenamente mientras se acerca la muerte

Era un 7 de diciembre de 1941. Mientras que la nación volvía sus ojos a Pearl Harbor y al bombardeo que llevaría a los EE.UU. a unirse a la Segunda Guerra Mundial, cinco Hermanas Dominicas de Hawthorne estaban abriendo un centro de enfermería de cuidados terminales en St. Paul. En ese entonces llamada La Casa de Nuestra Señora del Buen Consejo (Our Lady of Good Counsel Home), que comenzó como un lugar para los pacientes con cáncer terminal que no podían pagar el cuidado  en otros centros de atención médica o continuar su cuidado en casa.

Cuando la mayoría de la gente piensa en el cuidado de un hospicio, piensan en un centro médico u hospital, pero es más que eso. El cuidado de hospicio es un tipo de cuidado – y la filosofía de ese cuidado – que se centra en el tratamiento paliativo del dolor y los síntomas de un paciente crónicamente enfermo, enfermo terminal o gravemente enfermo. También incluye la atención de las necesidades emocionales y espirituales del paciente. Un hospicio puede proporcionar la atención hospitalaria para aquellos que están en un asilo u otras instalaciones, pero también puede ayudar a aquellos que deseen permanecer en sus propios hogares. Muchas personas quieren permanecer en un ambiente familiar y  lo más cerca posible a sus seres queridos.

Con la cercanía del  2 de noviembre, Día de los Muertos, la Iglesia, en su sabiduría,  nos hace reflexionar en lo inevitable de la muerte. Si bien cada paciente en un hospicio presenta sus propias preocupaciones, hay que tener en cuenta que, más que la atención médica, un hospicio está llamado a ofrecer el amor de Dios y su promesa eterna. Decir hospicio no es “renunciar” a la vida. Sin lugar a duda, el cuidado en un hospicio Católico alienta a vivir la vida plenamente, libre de la soledad, el dolor y la desesperación, dando al  individuo la oportunidad de completar el importante trabajo de su vida, como el perdón y la búsqueda del perdón, compartir el amor, y poner cierre a las tareas y relaciones.

Bajo esta forma más amplia de pensar acerca del cuidado terminal, las necesidades de la familia, amigos y cuidadores también deben ser tomadas en cuenta. Se reconoce que los seres queridos también están en un viaje difícil y pueden beneficiarse de la ayuda, asesoría de un experto y de los servicios que nosotros  podemos ofrecer.

El cuidado en un hospicio  puede ser proporcionado a los pacientes con una expectativa de vida de seis meses o menos. En lugar de buscar una cura, el cuidado en el hospicio tiene como objetivo hacer del tiempo que le quede de vida lo más cómodo y lo más significativo posible. Esto no solo significa el alivio del dolor y los cuidados médicos, sino que también incluye apoyo emocional y ayuda con las tareas diarias. En el hospicio, el dolor del paciente se maneja adecuadamente, la hidratación y la nutrición se mantienen como sean toleradas por el paciente, se respeta el proceso de la muerte, y se permite que el paciente experimente una muerte natural en lugar de una muerte sostenida mecánicamente.

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Un equipo multidisciplinario de médicos, enfermeras, auxiliares de cuidados paliativos, trabajadores sociales, consejeros de duelo y voluntarios, trabajan juntos para hacer frente a las necesidades físicas, sociales, emocionales y espirituales de cada paciente y de su familia. Nuestra Señora de la Paz (Our Lady of Peace) brinda atención a los pacientes, independientemente de su edad o capacidad de pago.

El Vaticano deja en claro el derecho a la vida no sólo para los Católicos sino para todas las creencias religiosas, y anima a cada uno a vivir esa vida al máximo como Dios ha determinado sin restricciones artificiales. La enseñanza de nuestro amadísimo Santo Papa Juan Pablo II en relación con la enfermedad y la muerte refleja que nuestro Señor tiene un  apasionado interés por los enfermos, por los que sufren y por los moribundos.

Santo Papa Juan Pablo II elevó la voz de la Iglesia, exhortando a aquellos que sufren de enfermedades terminales a que reciban la atención que les corresponde de acuerdo a la Escritura, y que no sean víctimas del abuso  en ese momento sagrado de la vida. El enfermo terminal merece la solidaridad y el afecto de aquellos que lo cuidan hasta que ocurra su muerte natural.

 


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