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Saint Paul
Thursday, March 28, 2024

La Cuaresma es un recordatorio para que recibamos a nuestros prójimos a través de las puertas de nuestro corazón

En su mensaje de la Cuaresma de este año, el Papa Francisco nos recuerda que la Cuaresma “es la una buena época para abrirle las puerta a todos aquellos que están en necesidad y para reconocer en ellos el rostro de Cristo.” El nos alienta a reconocer que “cada vida que encontramos es un regalo que se merece aceptación, respeto y amor.”

A la vez que estoy cerca del primer aniversario de mi nombramiento en esta Arquidiócesis, continúo asombrado al ver el compromiso de esta Iglesia local de llegar a aquellos que se encuentran en necesidad —y de hacerlo no solo durante la Cuaresma.  La apertura reciente de la primera fase de las instalaciones de Caridades Católicas Higher Ground (en las Alturas) en Saint Paul, es apenas uno de los ejemplos de ése compromiso extraordinario; que ya está causando impacto en las vidas de algunos de nuestros hermanos y hermanas más vulnerables, y de una forma que ilustra elocuentemente nuestras enseñanzas sociales católicas y su énfasis en la dignidad de cada vida humana. El alcance y diseño cuidadoso del proyecto refleja la convicción del Papa Francisco de que cada vida es un regalo.

Estoy convencido de que en nuestra convicción Católica en verdad cada vida importa, y es la base del éxito educacional de las escuelas Católicas en ésta Arquidiócesis y en todo el país. Tenemos la bendición de contar con educadores, padres de familia y con benefactores que ven a nuestros niños y adolecentes como “regalos” únicos y quienes se sacrifican para ayudarlos a alcanzar el potencial que Dios les ha dado. A los educadores que buscan entender cómo nuestros estudiantes afroamericanos y latinos tienen tanto éxito cerrando la tan llamada brecha en el aprendizaje, les iría bien si consideraran las enseñanzas Católicas sociales en la que se basan nuestras escuelas.

Igualmente el mismo conocimiento del valor y de la dignidad de cada vida humana que dirige a nuestra comunidad Católica a ser ambos, muy fuertes en la defensa de la vida que no ha nacido; así como estar comprometidos a ayudar a las madres y padres jóvenes que tienen la necesidad de guía y apoyo en el momento de un embarazo inesperado o acogiendo a los niños en sus vidas.

Este Miércoles de Ceniza pasado, mientras yo estaba celebrando la Misa en la Catedral de Saint Paul, un grupo que se auto describe como activista puso una pancarta en la fachada de la Catedral que decía: “Alzar más la voz por las vida de los no nacidos, que por las vidas de los de raza negra y café es supremacía blanca.” En el comunicado que ellos hicieron, acusaron a los Católicos de ser de la supremacía blanca, dándole primacía en su voto por un asunto [presumiblemente la defensa de la vida que no ha nacido] “a costas del aumento de deportaciones, de la prohibición de viaje islamofóbica y el surgimiento de la retórica racista en nuestro país.” El comunicado además continúa acusando a la Iglesia de guardar silencio ante la xenofobia.

Yo de verdad aprecio el recordatorio de que tenemos que ser consistentes en nuestra defensa por la vida. Sin embargo, no puedo imaginar que esta crítica tuviera mucho significado dentro del grupo de fieles que estaban reunidos esa noche para comenzar la Cuaresma. Como es en la mayoría de los casos en la Catedral, la congregación era multi-racial y reflejaba un nivel de diversidad que solo compite con la diversidad en la Asamblea General de las Naciones Unidas.

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Aún para un observador casual, la composición de la congregación hubiera sugerido que nuestra Iglesia local tiene una larga tradición de tomar en serio el imperativo bíblico que dice “dale la bienvenida al extranjero.” Estoy contento que muchos de nuestros hermanos y hermanas inmigrantes han encontrado un hogar en nuestra Arquidiócesis y estoy igualmente contento de que muchas de nuestras congragaciones han llegado a reconocer que la presencia de aquellos que son nuevos en nuestra nación es un gran regalo que nos hace recordar la “catolicidad” de nuestra Iglesia.

Nuestro Santo patrón el apóstol San Pablo entendió tan claramente que como Cuerpo de Cristo, todos sufrimos cuando uno de nuestros miembros sufre. Ha sido revelador para mí y para muchas de nuestras parroquias y escuelas escuchar sobre las vivencias y ansiedades de aquellos que están sentados a la par de nosotros en las bancas de la Iglesia, a quienes hemos reconocido como nuestros amigos desde hace mucho y quienes generosamente han servido en nuestras parroquias, ya sea como catequistas, lectores, voluntarios o como miembros del consejo consultivo de las parroquias.

Me anima que el Sínodo de Obispos Católicos de Estados Unidos continúa siendo una voz con raciocinio dentro del debate nacional sobre las normas y la reforma migratoria. Estoy agradecido con el Obispo Andrew Cozzens, con nuestro vicario y la Oficina del Ministerio Latino quienes recientemente organizaron una reunión con los conocedores de las leyes migratorias y los líderes de las parroquias del área de la Arquidiócesis para explorar las maneras en las que podemos auxiliar de una manera más apropiada a nivel local a nuestras familias de inmigrantes.

El Miércoles de Ceniza, fuimos retados a ser los “embajadores de Cristo.” Para hacer esto con éxito implica que Lo conocemos y que Lo imitamos, a Él que vino a servir en vez de ser servido, que vino a asegurarnos que lo que hagamos por nuestros hermanos aún por los más pequeños lo hacemos por Él. Habiendo tomado en serio las palabras del Papa Francisco, podemos caminar con Jesucristo durante esta época de gracia, “abriéndole las puertas a todos aquellos que están en necesidad y reconociendo en ellos el rostro de Cristo.”

 


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