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Saint Paul
Friday, April 19, 2024

Aprender cómo vivir los misterios pascuales con Jesús

Bishop Andrew Cozzens

Nos aproximamos al momento más sagrado del año de la Iglesia en la celebración de la Pascua. A través de la celebración del Triduo sagrado se nos invitará a entrar con Jesús en el misterio de su muerte y resurrección. Las liturgias de la  Misa del Jueves Santo de la Cena del Señor, del Viernes Santo con la conmemoración  de la Pasión de Cristo y la Vigilia Pascual el Sábado Santo, son las tres liturgias más sagradas del año. Toda la Iglesia es invitada para hacer de esos tres días una especie de refugio sagrado donde meditamos en oración en nuestros corazones en todo lo que el Señor Jesús hizo por nuestra salvación.

Estas liturgias conmemoran lo que llamamos el misterio pascual, que proviene de la palabra Pascua. Al igual que los judíos fueron salvados de la esclavitud en Egipto por la Pascua, estamos libres de la esclavitud de nuestros pecados y recibimos hoy el regalo de una nueva vida, la vida eterna, a través del misterio pascual de Jesucristo. Él murió en la cruz para acabar con el pecado y nosotros recibimos los frutos de su muerte, sin tener que morir, a través del bautismo y de los demás sacramentos, especialmente la Eucaristía, donde comemos y bebemos del Cuerpo y de la Sangre del Cordero Pascual. ¿Qué podría ser más importante para conmemorar que este misterio central de nuestra fe?

Pero el Triduo Pascual hace aún más. Estos tres días de oración no son sólo una forma de recordar lo que Jesús hizo hace mucho tiempo. Debemos aprender a vivir estos misterios con Jesús, o más bien, se nos invita a aprender a dejar que Jesús viva su sufrimiento, muerte y resurrección en nosotros. Por medio del bautismo, Jesús nos ha incorporado a sí mismo y por medio de la Eucaristía, nos fortalece para vivir como su cuerpo y Él quiere continuar redimiendo al mundo a través de nosotros. Él quiere amar al mundo a través de nosotros. Él quiere que reconozcamos, como lo hizo San Pablo, que en cada sufrimiento que soportamos y en cada acto de misericordia que realizamos, estamos haciendo presentes su muerte y resurrección y Él esta, una vez más, salvando al mundo en nuestras vidas. En la 2 carta a los Corintios 4: 7-12, San Pablo deja esto claro: “Nos acosan por todas partes, pero no estamos aplastados, nos encontramos en apuros, pero no desesperados; somos perseguidos, pero no estamos abandonados; nos derriban, pero no nos aniquilan.  Por todas partes llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Porqué nosotros mientras vivimos,  estamos siempre expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra naturaleza mortal.  De modo que en nosotros actúa la muerte y en ustedes, en cambio,  la vida. “San Pablo se da cuenta de que sus luchas no son sólo de él, sino que más bien desde que Jesús está viviendo en él, sus luchas también están unidas a Jesús de un modo misterioso, por lo que su morir y vivir de todos los días es en realidad “la vida de Jesús manifestada” en su cuerpo y que está trayendo vida a todo el cuerpo de Cristo.

Estos tres días del Triduo sagrado están destinados a ser para nosotros una escuela donde tenemos que aprender a vivir con Jesús en el sufrimiento, muerte y resurrección de nuestra propia vida. Cuando estoy perplejo, cuando me siento abandonado, cuando me siento devastado, este no es un tiempo para la desesperación. Por el contrario, si aprendo a llevar estas luchas a Jesucristo, entonces voy a ver que él está viviendo su misterio pascual en mí. Voy a ver la verdad central del cristianismo: no hay nada tan malo que no pueda ser asumido por Dios y convertido en algo potencialmente bueno. Las liturgias desde el Jueves Santo al Domingo de Pascua quieren enseñar cómo hacer esto – cómo aprender a ver tu propia vida a la luz del misterio pascual de Cristo. Esto es tan importante porque nos libera de la auto-absorción y nos permite experimentar la felicidad de hacer un regalo de nuestras vidas. Nuestros sufrimientos, por pequeños o grandes que sean, nos tientan a refugiarnos en nosotros mismos. Cuando aprendemos a ver nuestros problemas de la misma forma que San Pablo, como Jesús que vive su misterio pascual en mí, esto puede dar sentido a nuestro sufrimiento, lo que nos permite convertir nuestra lucha en amor.

El misterio pascual es una forma de vida, un camino que lleva a la vida nueva de la Pascua. Oremos para que esto pueda ser verdad para cada uno de nosotros y para toda nuestra Arquidiócesis, que en el aprendizaje de unir nuestro sufrimiento con Cristo podamos aprender el verdadero amor que Jesús nos muestra, y recibir el don de la vida nueva en esta Pascua.

 


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