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Saint Paul
Thursday, March 28, 2024

Ser intencional sobre la identidad Católica es la clave para el éxito de nuestras escuelas

Archbishop Bernard Hebda
Archbishop Bernard Hebda
Archbishop Bernard Hebda

Fue mi primera mañana en Minnesota. Me reuní con los sacerdotes de la arquidiócesis a escuchar a nuestro orador, el Arzobispo Michael Miller, para discutir las características de una verdadera escuela Católica. La presentación fue excelente . . . pero lo que más me impresionó fue la atención de mis hermanos sacerdotes y la profundidad de sus preguntas. Fue claro para mí desde un principio que el Papa Francisco me había enviado a trabajar en una arquidiócesis con un profundo aprecio por las escuelas Católicas.

Yo no debí haber estado sorprendido, entonces, de que las escuelas Católicas consistentemente fueron identificadas, en las sesiones de escucha el otoño pasado, como una de las fortalezas más grandes de esta arquidiócesis. El primer obispo de St. Paul, el Obispo Joseph Cretin, parece haber entendido la conexión entre las escuelas Católicas y la salud de una diócesis. Sospecho que fue su pasión por la educación (en lugar de su descripción de los insectos) lo que convenció a las Hermanas de San José de Carondelet a aventurarse en el norte para comenzar la primera escuela Católica. Con fundamento en esa base sólida, esta Iglesia local sigue cosechando los beneficios de excelentes escuelas Católicas.

A medida que la Iglesia Universal llega al fin del Año de la Vida Consagrada, este 2 de febrero, sería apropiado expresar nuestro agradecimiento a todas aquellas mujeres y hombres religiosos que abrazaron los retos de la educación Católica. Como comentó el Papa Francisco el pasado octubre en la Catedral de San Patricio en Nueva York: “los sacerdotes y consagrados de este país que, solo en el campo de la educación, han tenido un papel fundamental, ayudando a los padres en la labor de dar a sus hijos el alimento que los nutre para la vida.”

Cerca de 165 años después de que la primera escuela Católica se abrió en
St. Paul, tenemos que preguntarnos qué tan bien seguimos ayudando a los padres en la prestación del “alimento” que sostendrá a sus hijos para la vida. Con menos religiosas, hermanos y sacerdotes que participan en el apostolado de la educación en estos días, la tarea de proporcionar el “alimento” de una educación auténticamente Católica cae con mayor claridad en el resto de nosotros. Sin tantos religiosos para garantizar la identidad Católica de nuestras escuelas con su sola presencia, necesitamos ser intencionales para asegurar que nuestras escuelas y su filosofía educativa reflejen nuestra fe y nuestra identidad Católica.

En los siete meses que llevo en Minnesota, he estado profundamente impresionado con el trabajo que realiza la Oficina de la Misión para la Educación Católica en el sostenimiento de las escuelas de la arquidiócesis como lugares donde la Iglesia puede dar a los estudiantes una experiencia formativa de las buenas nuevas de Jesucristo: ayudar a formar el intelecto a través de la excelencia académica, la voluntad a través de la moral Católica, y el corazón a través de la oración y el servicio.

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La celebración anual de la Semana de las Escuelas Católicas, del 31 de enero al 6 de febrero, nos proporciona una oportunidad ideal, no sólo para celebrar el gran trabajo que se está realizando en nuestras escuelas, sino también para evaluar la forma en la que estamos moldeando nuestras escuelas en “Comunidades de Fe, Conocimiento y Servicio.” Durante la visita a la Academia Reina de los Ángeles en Harlem, el Papa Francisco destacó que una escuela Católica tiene que ser una familia en la cual “aprendemos a ayudarnos unos a otros, para compartir nuestras buenas cualidades, para dar lo mejor de nosotros mismos, para trabajar en equipo, y para perseguir nuestros sueños.”

Estoy inspirado ya que hay tanta gente aquí en la arquidiócesis que están soñando con  nuestros estudiantes de las escuelas Católicas y están dispuestos a enfrentar el sacrificio personal para mantener esos sueños, siempre con la vista puesta en inculcar en nuestros jóvenes lo que el Papa describe como “la esperanza de un mundo mejor, con mayores posibilidades.” El Santo Padre nos ha recordado que “donde hay sueños, donde hay alegría, Jesús está siempre presente.” A medida que entramos en la Semana de las Escuelas Católicas 2016, por favor, únanse a mí en oración para que las escuelas de esta arquidiócesis  puedan ser siempre lugares de encuentro llenos de alegría con Jesús.

 


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