Recientemente, tuve la oportunidad de participar en una de las Charlas Tegeder de la Comunidad Católica St. Frances Cabrini. Como se me explicó, las Charlas de Tegeder se llevan a cabo periódicamente para recordar a un antiguo sacerdote de la parroquia, el padre Michael Tegeder, al continuar con su "legado de fomentar conversaciones entre adultos sobre temas vitales".
En marzo, había poca conciencia de que en agosto, las máscaras faciales serían una vista familiar y que gran parte de la rutina diaria todavía se basaría en el hogar. La incertidumbre crece, con especial atención al inicio de un nuevo año escolar en un par de semanas. Mientras tanto, el impacto económico y social de la pandemia se desarrolla con una marcha constante hacia una "nueva normalidad" aún indefinida.
El final del verano siempre está marcado por uno de mis Días Santos favoritos, que nos recuerda a todos el objetivo de nuestro peregrinaje terrenal. La Asunción de Nuestra Señora (normalmente un día de obligación pero no este año, a causa del coronavirus) es una oportunidad para que meditemos sobre la vida del cielo, a la que Nuestra Señora nos ha precedido y a la que esperamos seguir. Este año tiene un significado especial para mí a la luz del estado de crisis en el que nos encontramos con nuestro mundo.
En el capítulo 19 del Evangelio de San Mateo, Jesús nos recuerda que aquellos que han "abandonado casas o hermanos o hermanas o padre o madre o hijos o tierras por mi nombre recibirán cien veces más y heredarán la vida eterna." Recientemente tuve el privilegio de reunirme para la misa con las Hermanas Clarisas Franciscanas y una pequeña representación de sus colaboradores y simpatizantes para agradecer a Dios por sus 50 años de ministerio en esta Arquidiócesis.
Aprendí a hacer nudos cuando era niño. Cuadrado, el nudo corredizo, ballestrinque, dos cotes y bolina. Aprendí a atar nudos con una aguja para comenzar y terminar un proyecto de costura. Aprendí a atar nudos para anzuelos y cuerdas de anclaje. Por alguna razón, tuve la mayor dificultad para atar los cordones de los zapatos. No sería hasta que fuera un pastor que un miembro del personal, al ver varios nudos en los cordones de mis zapatos, demostró una forma más fácil para este nudo básico.
Nuestro mundo necesita desesperadamente curación. Primero, está la curación física del virus actual, que también ha causado estragos en aislar a las familias, tomar empleos y crear incertidumbre económica.
El zumbido de los helicópteros proporcionó un fondo evocador a nuestra recitada Letanía de los Santos en la ordenación del sacerdocio de la semana pasada en la Catedral de San Pablo, recordándome el fuerte viento que llenó la Sala Superior en el primer Pentecostés.
¿Dónde está Dios? Es una pregunta antigua. Desde Adán y Eva, como resultado del pecado original, nuestro mundo late con un corazón mortalmente defectuoso. Existe esa realidad siempre presente del pecado, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte.