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Thursday, March 28, 2024

Como en reality TV, las liturgias de la Semana Santa nos invitan a ser participantes en el drama

Yo no soy de los que ven mucha televisión con la excepción de las noticias de la tarde. Sin embargo, yo estoy consciente de la enorme popularidad que la reality TV está experimentando en la cultura actual. Los espectadores están siendo arrastrados a vivir experiencias con programas como “Bailando con las estrellas” o “Survivor”, “The Bachelor” o “American Idol”.

En la celebración de la Semana Santa, estamos llamados a participar en las liturgias de la Iglesia de una manera que es tan intensa como nuestro compromiso con la reality TV y  tan “real” como la participación en estos programas populares. En lugar de ser espectadores pasivos, se nos invita a ser arrastrados a este drama, el drama de nuestra salvación. Estos no son sólo grandes acontecimientos que sucedieron hace mucho tiempo, pero son eventos que verdaderamente conmemoramos, es decir, realidades continuas y duraderas  que tienen implicaciones en el  aquí y en el ahora. Por lo que el propósito de nuestra conmemoración litúrgica es permitirnos llegar a ser participantes activos en el drama del sufrimiento, la muerte y la resurrección de Jesús. Entramos con la mente y el corazón en la Pasión de Jesús, experimentando tanto su alegría y tristeza, su soledad y su espíritu de oración, su humillación y exaltación de una manera tal que nos lleva hacia una verdadera conversión y transformación.

El Domingo de Ramos es un ejemplo perfecto de “ese llamado” por lo que, cuando llegamos a la iglesia, se nos entregan ramos de palmas con los que procedemos hacia la casa de Dios. Estos son sostenidos una vez más durante la proclamación del Evangelio.

Este año el Domingo de Ramos, tenemos la oportunidad de escuchar la Pasión según San Marcos. Históricamente hablando, el relato de la muerte y resurrección de Cristo en San Marcos es la parte más antigua de este primer Evangelio. Por consiguiente, estos pasajes presentan la experiencia de Iglesia Primitiva. San Marcos, de una manera particularmente intensa, se centra en el sufrimiento físico y psicológico de Jesús, así como la traición absoluta y el fallo de sus apóstoles.

El Jueves Santo, nos encontramos sentados entre los Doce, incluyendo a Judas, vemos como Jesús se mueve de uno a otro al lavarnos los pies. Después miramos con atención mientras Jesús toma el pan, lo bendice y lo distribuye, diciendo: “Tome y coman, esto es mi cuerpo.” Luego, al final de la comida, lo observamos tomando la copa en sus manos y diciendo: “Tomen y beban, esta es mi sangre.” Al final de esta liturgia, hay una hermosa procesión con el Santísimo Sacramento a otro altar preparado en la iglesia. Entonces todo está tranquilo en la oración mientras seguimos a Jesús y los apóstoles en Getsemaní para experimentar con Él sus horas de agonía.

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El Viernes Santo, nos encontramos al pie de la Cruz con la Santísima Virgen, San Juan y las santas mujeres, escuchando el grito de Jesús: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Al escuchar esas palabras resonar en nuestros oídos, el misterio de la cruz de Cristo resuena en nuestros corazones una vez más. Entonces se nos invita a acercarnos para venerar la Cruz con un beso. En la procesión, sabemos que hemos entrado espiritualmente en este drama de una manera muy poderosa y conmovedora.

El Sábado Santo está marcado por un  estremecedor silencio, como si todo el mundo se hubiera ido a dormir. La iglesia se encuentra vacía hasta el anochecer cuando comienza  la Vigilia del  Sábado Santo con la bendición del fuego nuevo, la iluminación del Cirio Pascual y cantando con alegría el  Pregón Pascual. Luego viene la lectura de las Escrituras que relata los aspectos más destacados de las intervenciones de Dios con nuestros antepasados, que culminó con la celebración de los sacramentos de la Pascua, que son, el Bautismo, la Confirmación y la Primera Eucaristía. Aquí, al igual que en la santa mañana hace más de 2.000 años, descubrimos de nuevo el misterio de la nueva vida que se ofrece en la resurrección de Cristo de entre los muertos.

Así se nos invita esta Semana Santa a revivir con Jesús su terrible sufrimiento y su muerte degradante, sino también a experimentar su nueva vida, que es el camino para nuestra salvación.

La Semana Santa es mucho más que un reality  TV. Es el misterio de la salvación, un misterio al que hemos sido llamados e invitados. Permitámonos escuchar este llamado y responder con generosidad, y de manera personal.

¡Que Dios los Bendiga!

 


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